ayer fui al cine. volví caminando y me crucé con mi ex. en fin. yo le tengo cariño, y no pasa nada, pero... la soledad no es buena consejera, dicen... y esa maldita espina del que pasaría si...!
me lo crucé por corrientes. irónicamente ilustrativo, ibamos por veredas opuestas, en sentidos opuestos.
lo ví a lo lejos, y creo que él también me vio, pero no podía estar segura por que tenía puesto un gorro. impulsivamente, agité la manito como preguntando: ¿sos vos? y era.
llegamos a la esquina caminando cada uno por su vereda. incomodidad al cubo, mirándonos uno de cada lado de la avenida, con el semáforo eternizado en verde. yo lo miraba, él me miraba, los autos pasando en el medio, los dos mirando los autos venir y alejarse, mirando la luz que no cambia y mirándonos otra vez, adivinando la quizás peor incomodidad inminente. podría jurar que ambos pensábamos: ¿de qué hablaremos ahora? pero ya estábamos ahí, y no había salida, cínicamente esperando con ansias que se produjera un encuentro indeseado e incómodo, pero deseando de verdad que se produjera de una vez y de una vez terminase.
al fin pasó el verde a rojo. y con desconocido ímpetu, de puro atolondramiento, crucé. cuando estoy llegando a la vereda opuesta, también él cruza (o sea, camina hacia mi lado) y dice que volvamos a cruzar, que él tiene que ir para ese lado. así que desando con él lo que anduve sola (y otra vez, que paradójicamente ilustrativo...)
charlamos un rato en la vereda sobre el clima, la vida, la casa, el trabajo y el gato, y quedamos en hablar, en juntarnos, en ponernos al día...
pero no. igual, no.
no se me removió la estantería. y eso ya lo sabía desde hace tiempo.
y sin embargo...
es eso. es la confirmación de lo que no está, de lo que no sucede.
verlo, o no, no me desvela.
y es que hoy, ahora, ni él, ni nadie me desvela.
y eso es lo que probablemente me desvela.