llegamos justo al atardecer al templo, perfect timing, el sol poniéndose en las montañas. nos sentamos en un banco, era una locación perfecta, silenciosa, calma. la postal ideal de un encuentro romántico. de la nada, se acerca un perro. y él se pone a acariciarlo con un amor desconocido, casi exagerado, que lejos de conmoverme, me pegó como una patada en la sien.
súbitamente caí: prefería acariciar al perro antes que a mí!
de golpe, ante mis ojos, toda su frialdad previa, que bien me había ocupado yo de disculpar -o más bien desoír- por las enormes diferencias culturales que tenemos, se cristalizó. tenía sentado al lado un iceberg gigante y él dentro, detenido en el hielo.
no dije nada entonces, ni él tampoco.
fuimos a cenar. me sentí desvastada, como un ente, no tenía ganas de hablar de nada, de qué podía hablar con un cubo de hielo yo, que valía menos que un perro callejero?
caminamos despacio hasta su hotel. me atajé enseguida. "voy para mi hotel y no creo que vuelva a salir", dije. cínicamente, no cerré la puerta a la chance de que me acompañara: puedo ser muy patética a veces. él simplemente dijo: "voy a pasar un tiempo conmigo, también voy a mi hotel."
sólo para confirmar mi sospecha -será que tengo una cierta tendencia masoquista-, pregunté si estaba todo bien. "bueno, ya sabés...", dijo. "disfruto mucho estando con vos. pero la parte del novio no me sale". convengamos en que yo tampoco se la había pedido, y eso para mí estaba clarísimo, pero parece que él es de los que abren el paraguas apenas empieza a relampaguear. atiné a responder que lo había notado.
una vez más me tocó escuchar el clásico "no es el momento, yo tenía pensado estar solo, bla." ops, esta musiquita la conozco! la vienen pasando hace años en mi barrio. sin dudas es un hit internacional. moví la cabeza asintiendo, nos dimos un abrazo casi de compromiso, le deseé dulces sueños y me fui.
otra vez mi "man repellent" en funcionamiento.
nada que no hubiera escuchado antes. qué le hace una mancha más al tigre? si estoy casi acostumbrada al rechazo masculino! digo casi, porque todavía me duele.
entonces empiezo a buscar las culpas. pongo todo mi ser en la mira y empiezo a disparar. que soy gorda, fea, vieja, que no me levanto ni a la mañana, que tengo panza, celulitis, dientes torcidos, acné, bigotes, pelos encarnados. que cojo mal. que no soy femenina. que soy demasiado complicada, demasiado obvia, demasiado transparente. que voy de frente. que estoy desesperada. que soy invisible, inservible, indeseable. que parezco demasiado independiente. que soy demasiado dependiente. que soy soberbia, autorreferencial y ególatra. que soy vulnerable y tengo baja autoestima. que hablo mucho, que digo poco, que asusto, que aburro, que me quiero hacer la graciosa, que soy patética. que soy maniática-obsesiva-compulsiva, que estoy loca, que no me pueden seguir el tren, que no valgo la pena. que soy demasiado distinta. que soy igual a todas las demás.
no dejo ni una llaga sin meter el dedo, chapoteo largo y tendido en el barro de mis miserias. oh autocompasión. a veces nos gusta sentirnos miserables, claramente no soy la excepción. me torturo, me regodeo en mi propia tortura.
ya con todos los soldados caídos, cruzo el campo de batalla atestado de cadáveres y me cambio de trinchera. es hora de apuntar los cañones para el otro lado.
después de todo, él tampoco me gusta tanto. no desespero al verlo, ni está tan bueno. sí, es interesante aunque a veces es tan políticamente correcto que se torna un poco aburrido. para compensar, tiene una faceta espritual extremadamente desarrollada a pesar de su intelectualidad abrumadora, que lo vuelve algo místico. sin embargo, tiene la emoción encerrada bajo siete llaves, sepultada en el fondo de una montaña. excepto en el pre, durante y post sexo, es como estar con un robot. que habla, bueh. pero que no toca, no huele, no mira con deseo; no hay nada animal, ni inesperado, ni instintivo, ni espontáneo, ni apasionado en su ser escondido detras de los lentes.
el sexo es como una isla, un acto donde manda a otro él. y aunque no habla mucho, y ciertamente no enloquece, cierta ternura le brota como un bálsamo tibio que derrite el iceberg habitual. extrañamente, hay algo de meant to be en la situación, una notoria y hasta desconcertante sensación de naturalidad que hacía bastante no sentía. por ejemplo, yo, que siempre tengo problemas para dormir con otros, debo reconocer que con él, cada vez que sucedió (no fueron muchas tampoco), dormí pacífica, profunda, bellamente. el efecto deshielo le dura hasta la mañana siguiente, donde hay espacio para bienvenidos ecos de la noche previa, pero apenas trasponemos el umbral, el capitán frío regresa implacable.
entonces me digo que para qué gastar polvora en chimangos, si no es el tipo de tipo con el que me gustaría estar. quizás lo que me atrae de él es la sospecha de que hay algo debajo de la capa congelada y consiguientemente el desafío -obvio- de que yo podría rescatarlo de su exilio de hielo, pero eso, si bien no es una mera invención mía, depende 100% de sus ganas de descongelarse.
a decir verdad, probablemente lo que justifica que esté con él es que no tengo una oferta mejor. está bien, para que mentir, no tengo ninguna otra oferta. y aunque mi bandera reza "más vale sola que mal acompañada", a veces me hace falta.
me voy caminando lento, masticando aún más lento mi patetismo. no vale la pena amargarse, me digo, es sólo una cuestión de ego. sí, no me eligió, y qué. no se puede gustar a todo el mundo, no pretendo gustarle a todo el mundo (o al menos trato de liberarme de esa presión), no le gusto, not a big deal, no es la primera -ni ciertamente será la última- vez que me pase. pero no puedo evitar pensar si alguna vez pasará lo contrario.
al día siguiente lo ví recién a la noche. decidida a no dejarme hundir por mi ego traicionero, que me tiraba de la pata cual pesado lastre intentando llevarme bien al fondo, resolví relajarme y disfrutar de aquello que él estaba dispuesto a compartir, lo cual no es poco. después de todo, así había empezado la cosa. sinceramente no creo que sea el amor de mi vida, y es difícil morir de amor partiendo de la base de que no hay tal.
ergo, prolijamente guardé mi ego dolido para cuando me toque protagonizar una novela y me cuidé de hacer comentario alguno respecto de lo que había pasado la noche anterior. como si no hubiera pasado nada. no sé si compartimos muchas cosas, pero evidentemente la pasamos bien juntos. otra vez charlamos hasta tardísimo, tal como venimos haciendo cada día desde que nos conocimos.
el día siguiente a ese no fue distinto, ni tampoco el posterior: horas y horas, de día y de noche, los dos tirados en la cama hablando de religión o poesía, de la india y de creatividad, yendo a caminar por estas calles que a ambos nos son extrañas, mirando la luna asomar entre las montañas. se siente absurdamente cómodo estar juntos. volvemos de la cena, la charla sigue en su cuarto, deberíamos ir afuera, digo. sacamos colchón al fresco, la luna llega tarde con aviso y el cielo está esperándola lleno de estrellas. dos, tres, quizás cuatro horas se nos pasan hablando, y llega un punto en que la cercanía es demasiado tentadora.
hay charla, mea culpas y disculpas, y por una vez en la vida, creo que dije todo lo que quería decir. y aunque no aclaramos tanto los tantos, we are back in the game.
hoy, despertar en sus brazos. rozarlo, respirarlo, recorrerlo. no está hecho de hielo, no. tampoco yo.
hay alguien para mí en esta inmensidad?
estoy en una isla, literal y metafóricamente en una isla. todo alrededor es agua, misterio, profundidad, incertidumbre. la soledad me envuelve como una ola en terreno poco firme; un vestido gelatinoso que me aplasta, me sofoca.
es una mezcla de cansancio, saudade y soledad, sin mencionar el hecho de que cronológicamente he sido galardonada con un año más. los 34, habidos en un lugar símil-paraíso y una semana casi normal en kuala lumpur (si puede haber algo llamado "normalidad" en mi vida nómade) me pegaron tardíamente pero durísimo, con efecto rebote-clásico: la soledad, el reloj biológico... obvio que hay mucho de cansancio involucrado, pero la soledad, la soledad... a veces estoy con gente, sí, gente hermosa, calida, abierta, generosa, pero... ya sabés acerca de esos peros que tantas veces me escuchaste decir.
estoy en una isla y todo el mundo está de fiesta, pero este vestido que tantas veces lucí con orgullo, hoy me queda tan incómodo que no puedo bailar.
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