nunca nadie contó mis lunares. no es que sean tantos, pero tengo.
pequeñísimas constelaciones salpican mis brazos.
tengo lunar extrañamente invisible (pues es invisible sólo para mí) apenas debajo de donde brota mi cuello, a la derecha de la columna. algunas veces me parece distinguirlo en la ráfaga de un espejo delator. otras, acodada sobre la mesa, me descubro acariciándolo sin querer, adivinando su contorno liso y redondo con la punta de los dedos. como ese, que asumo rosado y tierno, tengo uno más, pero no te contaré donde está; lo reservo como un amuleto.
sin embargo, mi lunar preferido es más solar que lunar. oscuro, visible, está justo arriba de mi rodilla derecha. de adolescente solía tomarlo como parámetro para el largo de mis polleras. supongo que también ahora, sólo que antes quedaban por encima y ahora, por debajo. sin embargo, a veces, se asoma irreverente y yo lo dejo mirar el mundo y dejarse mirar por él.
nunca nadie contó mis lunares.
quizá ese es un motivo para estar triste.
pero no es un inventario para el que invitaría a cualquiera.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 me explican por qué?:
Me pegó el bajón de madrugada de domingo y volví a leerte.
Quisiera tener una respuesta a esto.
Pero ya sabés, nadie nunca contó mis lunares tampoco.
:(
es tan hermoso este post
Tampoco nadie contó los míos...
Muy inspirador. Con un simple lunar reflejas una constelación de sentimientos, tenidos y por tener (quién sabe?)
me gustaría poder encontrar ese lunar, como por casualidad, distrído, mientras acaricio una ilusión debajo de tu tímida pollera.
Publicar un comentario