para pillow

el bondi que no viene y el reloj casi marca las 5 am.
ya ensayé todas las posiciones de espera: apoyada contra la pared, contra el poste de la parada, sentada en el cordón.
él también está esperando, y cada tanto cruzamos una mirada de esas de resignación conjunta, de saber que estamos en la misma y que seguramente vamos hacia el mismo lado.
inspira profundo y parece que va a decir algo, pero no. se guarda la palabra en el bolsillo, junto con el teléfono que mira por enésima vez. si, la hora avanza implacable y quién sabe cuando vendrá el colectivo.
por mi parte, no tengo interés en generar charla; infaltable el libro en mi cartera disipa el tedio de la madrugada. pero qué ganas de llegar.
el silencio de calle desierta completa la postal detenida. cuarenta minutos de tácito destino común y muda compañía.

-¿estás esperando el 42? ¿vas para caballito?
-sip.
-yo también, pero no viene más... ¿no querés compartir un taxi?
-dale.

para el taxi, subimos. la cercanía inevitable que genera el asiento trasero parece obligarlo a llenar el vacío. no hace falta, pero insiste mientras yo me pierdo en el paisaje citadino que se desliza por la ventana.
-¿cómo te llamás?
-p.
-¿que hacés?
-trabajo, escribo.
-ah, que bien.... ¿tenés novio?

lo miro a los ojos, seria. no es pregunta para hacerle a una dama, en estas condiciones, a estas horas y con esta irreverente impunidad.
-no.
-supongo que igual te divertirás...

entre sorprendida e incómoda, lo miro con extrañeza. me cuesta creer semejante atrevimiento, pero igual respondo:
-supongo...
súbitamente, un movimiento del auto me obliga a cambiar la pose. mientras vuelvo la vista hacia adentro, su cara casi pegada a la mía dispara:
-¿no tenés ganas de divertirte ahora?