estamos en una esquina, en un bar, en un barrio.
él pasa caminando con una chica, lo cual automáticamente disuade mi interés.
sin embargo, vuelve a pasar y la repetición logra mi registro. es ahí cuando digo: esto ya pasó, ya ví un él caminando con un alguien femenino. y aunque caminan juntos, no parecen estar juntos.
pasa y mira desafiante, casi con impunidad.
no me desafíes, pienso yo y tozudamente mantengo la mirada hasta que se pierden en la esquina.
sigue la charla, sigue la noche deslizándose tan apaciblemente como las gotas que surfean cuesta abajo por mi vaso.
y una vez más vuelve a pasar, pero esta vez, solo. ya es alevosía. yo lo sé, él lo sabe, y aún así, inmutable, pasa y mira. no tan inmutable, miro también.
llegó la hora de la retirada y nos vamos; debemos caminar hacia el otro lado.
hacemos una cuadra, dos. sé que él viene detrás nuestro, puedo sentirlo. se adelanta, nos pasa.
llegamos a la esquina, él cruza, nosotras nos despedimos, yo doblo.
vibra mi móvil: "dobló para tu lado, tené cuidado".
no tengo miedo. pero no deja de asombrarme la contradicción entre la insistencia y la inacción. y no puedo evitar preguntarme que hará para acercarse. y si lo hará.

camino lento, pero volví a doblar. ya voy casi tres cuadras en este sentido, empiezo a tantear las llaves en mi bolso.
y cuando ya casi doy por hecho que perdí al perseguidor, una voz a mi espalda susurra:
-¿tenés fuego?


de pronto me dí cuenta que ya no podía recordar cual desodorante usaba o si le gustaba el licuado de bananas.
de pronto reparé que ese al que creía conocer más que a nadie, había sacado pasaje al olvido. nada dramático, nada estruendoso. un destierro indolente fuera de mi memoria, un eco cada vez más imperceptible de algo-en-común.
de pronto me dí cuenta de que éramos dos desconocidos. y sonreí.