soy políticamente incorrecta. tengo la dosis justa para ser considerada rebelde en grado leve-levísimo. mis rebeldías son ínfimas, enternecedoras, como tener un reloj que nunca está en hora, no ver tv y no usar remeras con leyendas.
aunque no lo creas, duermo y como, últimamente demasiado de ambas cosas. en mi casa estoy siempre descalza. y si bien no me preocupa mucho que se ensucien mis pies, trato de que el piso de mi casa esté limpio. tengo heladera, horno eléctrico y lavarropas. no, horno eléctrico no es lo mismo que microondas. los microondas me dan un poco de miedo. casi tanto como que no puedas imaginarme en una vida común, lavándome los dientes u ordenando las compras del super. te la devuelvo, no quiero ese aura de inexistencia, de intangibilidad, de no ser.

estoy acomodándome a baires sin haberme desacomodado, o con las limitaciones evidentes de intentar acomodarse en un lugar que nunca es el mismo, cuando uno nunca es el mismo.
confieso, me desacomoda también tu interés. quizá no tanto él, sino su no correlato con tu accionar, o su correlato con tu no-accionar. quizás lo errante de tu búsqueda sea lo que me desconcierta.
errático también está mi ánimo estos días. o siempre.
sin brújula, sin norte ni cruz del sur. como un animal agazapado, alerta; estoy intranquila. a veces creo que no sé porqué y otras sí, pero prefiero echarle la culpa a la luna llena.