noche de frío, de esas donde dormir cucharita es la única opción. y la vamos a tomar.
velas, músicas. besos. una complicidad nunca antes compartida. todo fluye tan fácil que asusta. y casi casi -me parece, me ilusiono, me temo- que esto va para más.
pero parece que no todo es lo que parece. y que esto es una despedida involuntaria. por qué lo digo?
se olvidó los guantes. y no hace falta mucho ingenio para comprender la ironía.
gato sin guantes, caza ratones.



y entonces me dejo llevar.
tensión, calma, tensión... fusión, pulsión, pasión.
vibra cada una de mis células.
cierro los ojos. podría flotar. podría volar.
me dejo lamer por los sonidos, me entrego al ritmo, se desvanece mi pudor, me abandono al fluir, me sumerjo en la cadencia deliciosa, me fundo y me confundo; me estiro, me contraigo. no hay antes, no hay después, no hay más que este instante de armonía perfecta. hipnotizada, poseída. algo mío se disuelve, crece, se libera. soy arco, soy flecha, soy centro. soy onda, soy ola, soy viento. soy ritmo, soy espasmo, soy respiración.

no hay nada más, no hay nadie más.
sólo nosotros.
la música y yo.



de pronto quedamos frente a frente, y nos miramos a los ojos.
tenía la mirada cristalina y candorosa de un enamorado.
-sinceramente, no lo entiendo.-dijo.
-¿qué es lo que no entendés?
-como es que estás sola.

no supe que responder.
suspiré. seguía fija en mi su mirada tierna de enamorado.
pero no de mi, claro.